jueves, 14 de abril de 2022

EL INDIO

 EL INDIO


     Al salir de casa esa mañana, mientras caminaba las cinco cuadras para llegar a mi nueva escuela, pasaban por mi mente los trajines de años anteriores , con mis niñas a cuesta hasta dejarlas en el jardín a Mercedes y ubicando a Marina en mi misma escuela. Así al mediodía podíamos almorzar juntas y quedarnos para el otro turno. Éramos felices las tres, a pesar del mucho esfuerzo que significaba para mí

   Pero eso había quedado atrás, el trabajo de tantos años había tenido la recompensa de haber titularizado en una escuela a cinco cuadras de mi casa, tocaba el cielo con las manos.

Al llegar, la emoción me llenó el alma, algo me decía que tenía en ese lugar una misión, que no se refería solamente a impartir conocimiento. Me encontré con una manzana totalmente desierta y como gritando aquí estoy, una escuelita hermosa, de construcción nueva, del “plan Sarmiento”.

 Me recibió la directora,Jovita, inmediatamente pasé a la reunión de personal en la que se impartieron directivas de trabajo luego de presentarnos

   Después de tres años, de mi regreso de Tandil, después de un año de traslado por “unidad familiar”me encontré con la sorpresa que la directora se había jubilado y para mi mayor asombro, mis compañeros me eligieron por consenso para cubrir el cargo. Comencé como vicedirectora junto a Mónica, una extraordinaria compañera de la cual aprendí mucho

   Esos años fueron especiales, empecé a conocer profundamente a la comunidad, a través del “Club de madres” y también de la “comisión de mujeres del barrio” a la que, muy gentilmente me habían invitado a participar

    Después de un año tomé el cargo de directora. De todas las familias, sobresalía una, los Cáceres, Carlitos y Romina eran niños tranquilos, buenos compañeros y muy inteligentes. El señor Cáceres, siempre atento a las necesidades de la escuela, muy colaborador, hacía donaciones importantes. En una ocasión compró un equipo de audio para los actos escolares. El gesto nos llenó de alegría a todos. Ayudaba en los proyectos para mejorar la escuela y el barrio.

  Ya habían pasado cinco años de mi primer día en la escuela y me daba satisfacción ver el cambio. En la manzana desierta ya se había construido el jardín de infantes, fruto del proyecto que elevamos. Además, la “Comisión de mujeres del barrio”había concretado el proyecto de la Salita de primeros auxilios que funcionaba del otro lado. El resto de la manzana se había acondicionado para cancha de fútbol que tenía gran actividad, campeonatos y eventos. Con lo recaudado se compraban las camisetas y se pagaba a un vecino para el mantenimiento del campo de juego. También se construyeron baños y vestuarios

  No recuerdo como, llegaron a mis oídos comentarios sobre el señor Cáceres, nuestro benefactor. Así fue que me enteré que los vecinos le decían “el indio”y que todas las noches visitaban el kiosco personas desconocidas en lujosos autos. Era un desfile de personas a pie y en vehículos que paraban en el kiosco de la familia Cáceres, supuestamente a “comprar”. No me dediqué a averiguar y seguí con mis actividades. Me limité a observar el comportamiento de Romina y de Carlitos, sin notar signos de alerta. Los proyectos de la comunidad iban cada vez mejor, se había alambrado toda la manzana, tanto la salita, como el jardín, habían cubierto muchas necesidades de las familias

    Una mañana, el barrio despertó con la terrible noticia del allanamiento del domicilio de la familia Cáceres, y “el indio” preso. Carlitos y Romina no vinieron a clase por varios días. En la escuela tratábamos de no tocar el tema

    Después de casi un mes, los niños volvieron de la mano de su mamá. En esos días me llegó una citación judicial para presentarme como testigo en el caso de Cáceres por venta ilegal de drogas. Acostumbrada a esos menesteres por otras situaciones de alumnos, concurrí. Esta situación fue muy particular. La mamá de los niños me invitó a viajar con ella y así lo hice. Durante el viaje, hablamos muy poco, la señora estaba triste y callada y yo no quise hablar del tema

  Pensar que en estos años me había contactado con organizaciones de salud para la prevención de las adicciones, habíamos organizado charlas para padres y alumnos. También teníamos alumnos internados en granjas de recuperación y acompañábamos a las familias dándoles aliento y esperanza. Pero esto era diferente. ¿Qué iba a decir?, en realidad, no sabía mucho sobre los Cáceres, solo lo que se relacionase con la escuela y nada más.

   Fue un día agotador, la espera fue larga. A eso de las cinco de la tarde entramos al recinto. Después de unos minutos me llamaron a declarar. Las preguntas fueron pocas, claras y precisas, basadas en el cumplimiento, comportamiento y rendimiento escolar de Romina y Carlitos, así que contesté sin inconvenientes. Ese día, regresé a casa muy tarde, ya había terminado el horario de trabajo. Después de unos meses, ya finalizadas las clases, me enteré que el señor Cáceres ya estaba en su hogar y que, por suerte, no había vuelto a esas actividades ilegales

  Carlitos y Romina ya no volvieron a la escuela, pues se habìan mudado a otra provincia con su madre

   En el barrio se siguiò hablando del señor Càceres,como "El indio"

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